21 de octubre de 2011

¡Leuconoe, disfruta el día! Horacio (y la versión rítmica de R.B.N.)

CARMINA
Liber Primum, XI




Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoë, nec Babylonios
temptaris numeros. Ut melius, quidquid erit, pati.
seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias, vina liques, et spatio brevi
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida
aetas: carpe diem quam minimum credula postero.


ODAS
I, 11


Tú no investigues –saberlo, ilícito– qué, a mí; qué, a ti,
fin den los dioses, oh Leuconoe, ni babilonios
números tienes. Cuán, cualquier fuere, mejor sufrir.
O inviernos muchos o te atribuya Júpiter, último,
el que hoy afloja en opuestas rocas al mar Tirreno.
Sabe, los vinos licua, y recorta, a espacio breve,
larga esperanza. Mientras hablamos, la edad huye, ínvida.
Agarra el día, en lo más mínimo crédula al próximo

En Epodos, Odas y Carmen secular, versión rítmica de Rubén Bonifaz Nuño, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2007.

8 de octubre de 2011

De Rafael Alberti. Del amor


RETORNOS DEL AMOR RECIÉN APARECIDO

Cuando tú apareciste,
penaba yo en la entraña más profunda
de una cueva sin aire y sin salida.
Braceaba en lo oscuro, agonizando,
oyendo un estertor que aleteaba
como el latir de un ave imperceptible.
Sobre mí derramaste tus cabellos
y ascendí al sol y vi que eran la aurora
cubriendo un alto mar en primavera.
Fue como si llegara al más hermoso
puerto del mediodía. Se anegaban
en ti los más lucidos paisajes:
claros, agudos montes coronados
de nieve rosa, fuentes escondidas
en el rizado umbroso de los bosques.

Yo aprendí a descansar sobre sus hombros
y a descender por ríos y laderas,
a entrelazarme en las tendidas ramas
y a hacer del sueño mi más dulce muerte.
Arcos me abriste y mis floridos años
recién subidos a la luz, yacieron
bajo el amor de tu apretada sombra,
sacando el corazón al viento libre
y ajustándolo al verde son del tuyo.
Ya iba a dormir, ya a despertar sabiendo
que no penaba en una cueva oscura,
braceando sin aire y sin salida.

Porque habías al fin aparecido.


En Retornos de lo vivo lejano, Universidad de Alcalá-Club Internacional del Libro, 1997.