21 de noviembre de 2011

Breve ponderación de Sor Juana

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Glosa que explica conceptos de amante.


Luego que te vi, te amé:
porque amarte y ver tu cielo
bien pudieron ser dos cosas,
pero ninguna primero.


      De mi vida la conquista
tuvo término en quererte;
y por que jamás resista,
Celia, hasta llegar a verte
solamente tuve vista;
pero, aunque luego te amé,
como para que te amara
necesario el verte fue,
porque vista no faltara,
luego que te vi, te amé.
      Pero viendo mi ardimiento,
señora, tu tiranía
quiso, con rigor sangriento,
castigar como osadía
lo que en mí fue rendimiento.
Ofendióte mi desvelo;
mas no porque mi destino,
incitando mi anhelo,
ofenderte quiso, sino
porque amarte y ver tu cielo.
      Y el no querer estimar,
fue por no dar a entender
que yo te pude obligar,
como si el agradecer
fuera lo mismo que amar:
que el mostrarse las hermosas
en ocasión oportuna
ya obligadas, ya amorosas,
aunque casi siempre es una,
bien pudieron ser dos cosas.
      Mas con razón estás dura:
pues para tenerme atado
en mi amorosa locura,
era superfluo tu agrado,
sobrándome tu hermosura;
y así, justamente, esmero
en tu servicio finezas;
pues que tiene el mundo infiero,
después de ti mil bellezas,
pero ninguna primero.


En Obras completas, I. Lírica personal, ed., introd. y notas de Antonio Alatorre, Fondo de Cultura Económica, México, 2a ed., 2009.

17 de noviembre de 2011

Una aseveración por Pedro Salinas

¿Serás, amor,
un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el primer encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y sólo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo:
es prolongar el hecho mágico,
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos,
con pena y el pecho se conquistan,
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el llegar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo, altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales.
Es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara.
Y que lo más seguro es el adiós.

En Poesía, sel. y nota preliminar de Julio Cortázar, Alianza, Madrid, 2a ed., 1974.

12 de noviembre de 2011

Qué nos mueve. Recordando a Tomás Segovia (1927-2011)

OH TORMENTA
Oh tormenta, el amor es el clima más inhóspito. Ante tu nombre resueno como el herido bronce de una campana. Desgarrados celajes, aterido horizonte, vago azul de los charcos que tachonan tu ausencia: así el amor me asedia como una tempestad. No estoy triste, amor, ningún rescoldo abrigo, no me preguntes nada. Sin apremio abro los ojos en este lluvia silenciosa, donde luces perdidas diluyen su promesa. El recuerdo de tu voz relampaguea y me deslumbra; tu presencia me arrasa lo mismo que tu ausencia; el ardor de tu inocencia como un viento glacial me azota el rostro. Deténme, este viento me arrastra; mira girar como hojas muertas tantos lazos caídos de los que tú me despojas. Has dicho que me amas, tiemblo inerme y desnudo como un niño. Día tras día el alba naciente me encuentra herido de flaqueza. Todo me quema y destruye, has dicho que me amas.

                                                                                                                                        [31.12.51]      

En Sismo, dentro de Luz de aquí [1951-1955], incluidos en Poesía (1943-1997),
Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1998.